sábado

Desde allí se podía ver la torre de la que me habías hablado, esa donde practicaban esgrima las nubes. No era tarde pero te tenías que ir, por lo que, tumbado a tu lado, te pedí que me miraras. Me pareció sentir tus miedos en forma de escalofrío, y no pude más que sonreirte y darte un beso de buenas tardes en la nuca. Y discutiendo sobre qué postre somos cada uno de los dos, llegamos a la conclusión de que tenemos que hacer tomates rellenos. -Saca una foto al cielo - me dijiste.

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